Época: Arte carolingio
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
Arte carolingio

(C) Isidro G. Bango Torviso



Comentario

Por una carta de Alcuino sabemos que, a finales del siglo IX, Carlomagno hacía transportar columnas antiguas de Italia para adornar una "Segunda Roma" al norte de los Alpes. Se trataba del más suntuoso de los conjuntos palatinos que utilizó Carlomagno, Aquisgrán. El valor simbólico de esta residencia imperial es tan grande que se convirtió en el mítico emblema del Sacro Imperio Romano.Aquisgrán, la antigua Aquis Granni, fue de siempre un lugar utilizado por los hombres por la salubridad de sus aguas. Las viejas termas que construyeron los romanos se siguieron utilizando por monarcas merovingios. Carlomagno disfrutaba de sus aguas y, por ello, se decidió a renovar las antiguas construcciones y erigir su más importante villa regia junto a ellas. De todo el conjunto tan sólo se conserva la capilla palatina, la actual catedral, y pequeños indicios del salón del trono en lo que es el ayuntamiento de la ciudad; sin embargo, por excavaciones arqueológicas y viejas descripciones, podemos hacemos una buena idea de su organización original, tal como podemos ver en los trabajos de Paul Clemen, Félix Kreusch y Leo Hugot.La totalidad del conjunto se ordenaba siguiendo un plan geométrico que denuncia claramente la influencia de modelos urbanísticos antiguos: las dependencias palatinas se disponían en un gran espacio organizado con la forma de un cuadrado y un triángulo isósceles. Dependencias y trazado viario han sido diseñados en función de un sistema modular cuadrático, del que existen indicios en otras construcciones de época carolingia. La ciudad palatina poseía dos calles principales, a la manera del cardo y decumano de las ciudades romanas, su orientación correspondía a los puntos cardinales. En el centro del cuadrado, axialmente sobre la vía oeste-este, se levantaba un edificio rectangular dividido en dos plantas, era la puerta mayor y cuerpo de guardia. Esta construcción articulaba un corredor elevado, de madera, que comunicaba la capilla palatina y el aula regia, dispuestas en los flancos meridional y septentrional del cuadrado. Mientras que estas edificaciones fueron realizadas con pretensiones monumentales, construidas en piedra e importantes materiales nobles, el resto de los servicios del palacio -intendencia, viviendas para la servidumbre, etc.- adoptaba las formas y los materiales de la típica arquitectura doméstica de la época, madera, barro y paja.El aula regia era un edificio con un ábside semicircular en el extremo occidental y sendos absidiolos en los muros laterales. Resultaba así una forma bastante usual en los salones de las villas romanas y en las basílicas civiles, pero que había terminado por caracterizar espacios áulicos tal como se podía ver en los triclinios del palacio imperial de Constantinopla. Su existencia en Aquisgrán no es ajena a la influencia que las construcciones de la misma Roma ejercieron en los carolingios. Los salones romanos, donde tenían lugar los actos solemnes de las relaciones entre la curia y la monarquía franca, eran espacios míticos, dignos de ser imitados, pues eran las referencias obligadas a la Roma cristiana. En el palacio de Letrán, el triclinio de León III aparecía decorado con el programa ideológico que fundamentaba la teoría del Sacro Imperio Romano, y, justamente, su estructura arquitectónica es el mejor modelo para la sala del trono de Aquisgrán. Parece evidente que la relación existente entre ambas construcciones ha sido cuidadosamente buscada en tanto en cuanto que emblematizan un mismo ideal.La importancia de este edificio quedaba subrayada por sus grandes dimensiones, que le conferían un aspecto monumental: cuarenta y siete metros y medio de largo por poco más de veinte de ancho y casi veintiuno de alto. El espacio interior se iluminaba por dos órdenes de ventanas siguiendo la fórmula empleada en la basílica constantiniana de Tréveris.Sobre la capilla palatina conocemos más detalles acerca de su construcción y, además, lo conservado en la actualidad nos permite tener una imagen directa de gran parte del conjunto. En el siglo XIV, el presbiterio primitivo fue sustituido por una esbelta cabecera gótica al mismo tiempo que se adjuntaba una torre a los pies. Para compensar el exceso de volumen de estos añadidos sobre el conjunto, se decidió sobrealzar el cuerpo central con un casquete adornado con tímpanos triangulares. Durante el siglo XIX, se suprimió la decoración barroca interna, procediendo a una ornamentación historicista de falsos mármoles y mosaicos. En la actualidad, una cuidadosa restauración nos permite hacernos una idea del estado original.Una inscripción, hoy desaparecida, nos recuerda el nombre de su constructor y la procedencia de los artistas que contribuyeron a su edificación: Eudes de Metz y obreros traídos a Aquisgrán de todas las regiones de este lado del mar (opifices et magistri convocados de omnibus cismarinis regionibus). El nombre del arquitecto nada nos dice, ni conocemos en Metz una tradición arquitectónica que hubiese permitido su formación técnica. El origen de los constructores, de este lado del mar, ha sido interpretado que eran del Mediterráneo, único lugar donde la edificación en piedra había pervivido durante la época de las invasiones. Sobre la cronología de las obras sabemos que debieron comenzar hacia el 790 y que, en el 797, se estaba culminando la cubierta del octógono central. Por un letrero monumental, sabemos que fue consagrado por León III en la Epifanía del 805 (Ecce Leo Papa cuius benedictio sancta Templum sacravit quod Karolus aedificavit). El templo fue dedicado a Santa María y debió servir no sólo como oratorio del monarca y su corte, sino como sagrado contenedor de las reliquias que atesoraba el monarca, entre ellas un fragmento de la famosa capa de san Martín. Precisamente, la denominación capella -capita, capa pequeña- terminó por designar a las personas que la custodiaban, capellanes -capellani-, el espacio que la albergaba, capilla.Un atrio rectangular y rodeado de pórticos se abría sobre la fachada principal. Esta se concebía como un gran arco triunfal que cobijaba las grandes puertas de bronce. Una vez más, se recurría al lenguaje de los símbolos imperiales clásicos. El templo adoptaba una planta central, compuesta en su espacio interno por su octógono, rodeado por un ambulatorio cuyo cierre externo estaba configurado por un hexadecágono. Por encima de este ambulatorio, corría una tribuna todo alrededor del espacio central; en ella, sobre el pórtico de entrada se encontraba el trono imperial. A eje con la fachada principal estaba el presbiterio, de planta cuadrada. El ambulatorio se cubría con una alternancia de bóvedas de arista, de tres y cuatro plementos, fórmula obligada al ser doble el número de lados del muro exterior que del interior. El cuerpo central emergía hacia lo alto sobre el entorno del ambulatorio y las tribunas, cubriéndose con una bóveda de paños.El edificio recibió interiormente una riquísima decoración musiva. Las formas actuales son fruto de las diferentes restauraciones. Se emplearon también columnas antiguas que Carlomagno hizo traer a Italia. Las balaustradas de la tribuna se fundieron en bronce por expreso deseo de Carlomagno, según cuenta Eginardo. La decoración exterior era muy simple: los muros, de mampostería con refuerzo de sillares en los vanos, se cubrían de un enfoscado de color rosáceo que producía un volumen de gran efecto cromático.¿Cuál fue el significado que sus constructores dieron a este tipo de templo? ¿Cuáles fueron sus modelos? Si hacemos caso a un coetáneo como es Eginardo, se trataba de un proyecto original propuesto por Carlomagno y diseñado por Eudes. Los estudiosos han encontrado multitud de referencias a monumentos famosos; sin embargo, ninguna de ellas es absolutamente convincente. El espacio central de Aquisgrán, con su forma octogonal y la superposición de vanos y columnas, nos recuerda San Vital de Rávena. Pero el templo ravenático es más sutil, con los muros alejándose del centro en exedra y con todas sus líneas arquitectónicas ascendiendo sin interrupción desde el suelo hacia lo alto, mientras que la capilla palatina muestra los lados del octógono rectos, con gruesas líneas de impostas cortando transversalmente los muros, haciendo que éstos aparezcan amazacotados y graviten pesadamente sobre el espacio interno.Una estructura muy parecida a estos dos templos es el de los Santos Sergio y Baco de Constantinopla, erigido por la emperatriz Teodora para un monasterio femenino a la vez que era utilizado como iglesia palatina. Su espacio interior venía a ser una síntesis de lo que después sería San Vital y Santa María, combinando el muro recto y el semicircular. Además de las coincidencias formales, existen en estos templos ciertas afinidades funcionales: tribuna para uso áulico o de patronazgo privado. En el caso de la capilla palatina de Carlomagno se deberá tener en cuenta la idea de que fue un edificio de culto que debía contener las reliquias santas que atesoraba la monarquía franca, es decir, que se trataba de un monumento en el que no era ajeno el sentido martirial. En el período carolingio, varias capillas de carácter áulico o de uso privado adoptaron la forma centralizada: Santa Sofía de Benevento, oratorio del príncipe lombardo Arechis, y Saint-Germigny-des-Prés en la villa de recreo del obispo hispanovisigodo de Orleans, Teodulfo. A partir de entonces, esta solución planimétrica fue muy utilizada como capilla privada, tipología que se ha generalizado con el paso del tiempo en los diferentes estilos.De otros conjuntos palatinos de Carlomagno, el que mejor conocemos es el de Ingelheim, cerca de Maguncia, en las orillas del Rin. Construido entre 774 y 787. Sigue un característico modelo de villa romana, con un gran hemiciclo en su parte oriental. El salón real tenía forma absidada y alcanzaba un importante tamaño (38,20 x 14,50 m). Sobre la decoración de este palacio conocemos una interesante descripción de un poeta del IX, que más adelante referiremos.